El pasado 16 de septiembre supuso un punto de inflexión en la situación de las mujeres de Irán. Todo comienza con la muerte a manos de la "policía de la moral" del estado islámico de Irán de la joven de veintidós años Masha Amini. O quizás no. Ya venía todo de mucho antes. Su crimen fue que no llevaba el velo islámico correctamente puesto. Murió tras una brutal paliza recibida en su policía. ¿Se había enterado?
Esta fue la gota que colmó el vaso. Miles de mujeres y hombres en todo el país salieron a la calle para iniciar una de las mayores revoluciones que nunca ha habido en contra del régimen totalitario establecido actualmente en Irán. Toda esta gente, mayoritariamente mujeres jóvenes, ha dicho "basta". Salen a la calle, se quitan el velo y lo queman, se cortan el pelo y gritan la consigna “Zan Zendegi Azadi”. Son mujeres, quieren vivir y en libertad. El acto de quemar su hiyab es el símbolo de lo que no piensan tolerar: la terrible represión que sufren privadas de cualquier derecho humano. A partir de los nueve años deben llevar el velo islámico que les tiene que tapar la cara, el pecho y el cabello. Ni un mechón puede sobresalir. Han sido expulsadas de escuelas, universidades, organismos públicos y otros lugares públicos. No pueden decidir con quién se casan y el matrimonio infantil está muy presente. No tienen libertad de pensamiento ni expresión. Sencillamente en este régimen no sólo son ciudadanas de segunda sino que han sido desprovistas de cualquier derecho. ¡Se dice pronto esto! ¿Os lo imagináis, mujeres libres que estáis leyendo esto?
Se reportan cientos de protestas en todo el país, brutalmente contenidas por la policía. Se contabilizan miles de detenidos, cientos de fallecidos, incluidos menores, ejecutados tras un juicio de farsa. Pero la cosa sigue. Están tan hartas que no dudan en seguir poniéndose en peligro de muerte por su desafío. Pero ellas y ellos no desfallecen, han dicho basta y el pulso sigue.
Por otra parte, ¿qué hace el resto del mundo en este conflicto? Prácticamente nada: algún mensaje contenido dirigido a los teócratas iraníes, alguna tímida resolución de la ONU... ¿Y los medios de comunicación? ¿Dónde están? ¿Lo veis en las noticias? Algo se ve, pero con cuentagotas, sobre todo si la noticia tiene que ver con alguien relevante, como la posible sentencia a muerte del jugador de fútbol de primera división Amir Nasr-Azadani. El resto de noticias pasan desapercibidas. El delito del joven jugador de fútbol, de tan sólo veintiséis años ha sido el de moharebeb, o sea odio contra dios. Lo ha cometido manifestándose contra el régimen del estado islámico de Irán. Pero algo está funcionando. De momento, todavía no se ha dictado sentencia, lo que se atribuye a la enorme presión mediática de este caso en concreto. Otros condenados, más anónimos no han tenido esa suerte. Si es que esto de estar pendiente de si te matan o no es algún tipo de suerte.
Dios, otra vez. O mejor dicho, la religión, las religiones. Pienso en ello y me cuesta entender las religiones. Todos tenemos cierta inquietud por las grandes preguntas trascendentales, pero a mí, nunca me han sugerido la existencia de un dios que quiera que yo haga determinadas cosas o me comporte de determinada manera. Será por la educación recibida aunque siempre fui a escuelas de monjas y curas. De estas preguntas que nos hacemos sobre la vida y la muerte, ya se han ocupado las religiones de dictarnos qué debemos pensar, rechazando el propio modo de pensar o de enfocar estas cuestiones. Las religiones se han inventado libros sagrados (escritos por personas, no lo olvidemos) y de éstos han extraído el aval necesario para dictar y aplicar una serie de normas de obligado cumplimiento para sus sectarios seguidores. Las religiones han provocado y causado guerras en nombre de dios. Pero el islamismo integral está yendo mucho más allá obligando a sus seguidores (todos los súbditos iraníes) a llevar una vida que no es vida, sobre todo para las mujeres. Por eso han dicho basta.
Os invito a que busquéis en las redes información detallada sobre esta revolución y os la hagáis vuestra. En los medios encontrareis poca cosa.
Nota de la autora: determinadas palabras que aparecen en este texto deberían empezar en mayúscula, pero no me apetece que sea así.