Nos estamos cargando el campesinado.

01/06/2023
Carme Ferrando i Callís
  • Campo con ovejas

En estos últimos días asistimos con incredulidad al triste espectáculo de ver cómo a los agricultores leridanos les han cerrado el grifo y no van a poder regar sus árboles frutales. No sólo van a perder la fruta, sino que también los mismos árboles tienen todas las papeletas para no sobrevivir. ¿Cuántas explotaciones frutales quedarán en pie después de quedarse sin árboles? ¿De dónde vendrá la fruta que comeremos en un futuro no demasiado lejano? Ahora, todos nos llevamos las manos en la cabeza exclamando que esto no puede ser. Pero esto no puede ser desde hace años.

De hecho, esto no es nuevo: nuestros agricultores y ganaderos pierden recursos por varios factores que el propio sector apunta, exclama y reclama. La actividad agrícola y ganadera está dejando de ser competitiva y no se hace lo necesario para evitarlo. Las nuevas generaciones se buscan la vida fuera de las explotaciones agrícolas y ganaderas familiares: ven que no se ganarán bien la vida. Así, claro y corto. Esta es la causa principal del despoblamiento rural.

Añadamos también otros problemas que quedan más ocultos para quienes no nos dedicamos a ello. La burocracia a la que están sometidos los campesinos que siguen resistiendo, es otra de esas  piedras en el camino. Interminables informes que deben redactarse ocupan buena parte del tiempo de los campesinos. ¿Y los precios? La mayor parte de los productos que comercializan los agricultores vienen fijados y no hay nada que hacer. No importa que se les pague por debajo del precio de coste. No tienen la oportunidad, como hacen el resto de empresarios, de fijar sus propios precios de acuerdo a los criterios que crean oportunos. Así, los empresarios agrícolas y ganaderos, a menudo quedan fuera del mercado libre.

Más allá del mundo rural, pero íntimamente relacionado, nos encontramos con la gran ciudad y sus satélites. Que hay demasiada gente viviendo en Barcelona, hace tiempo que es un hecho, y ahora se lo encuentran: falta de vivienda, aumento de la pobreza, contaminación y mala calidad de vida. Pero en vez de intentar descentralizar el área metropolitana de Barcelona, tan sobre poblada, vamos perpetuando los problemas del sector agrícola y ganadero. Fijémonos en que durante la pandemia fue muy evidente, que quienes vivíamos en un entorno rural, pasamos mucho mejor el confinamiento. A diario, veíamos estupefactos como había familias enteras encerradas en minúsculos espacios sin tener siquiera la posibilidad de salir a un balcón. En ese momento empezó un tímido éxodo hacia zonas rurales que en esto se ha quedado: un tímido éxodo. A los pocos días de terminarse el confinamiento ya nadie se acuerda. Pero, ¿alguien me puede explicar qué hace tanta gente malviviendo en Barcelona? ¿No deberíamos explicar que hay más y mejores oportunidades de todo tipo en el resto de Catalunya? No tengo ninguna duda de qué están ahí.

Y os daré números:

  • El área metropolitana de Barcelona representa aproximadamente el 2% del área total de Catalunya.
  • En el área metropolitana de Barcelona vive el 43% de la población de Catalunya.
  • La densidad de población del área metropolitana de Barcelona es de 5.189 habitantes por kilómetro cuadrado.
  • La densidad en el resto de Catalunya es de 109 habitantes por kilómetro cuadrado.

Se añade también a la polémica, la absurdidad de la tópica frase que dice que el campo catalán es la nevera de Barcelona. Básicamente por qué ya no lo es. Con la muerte del mundo rural es imposible abastecer, a partir de producto local, a la gran ciudad, debiendo comprar alimentos fuera de nuestro país. Y todo esto debe transportarse, gestionarse y distribuirse. Y todo el mundo quiere su parte del negocio. Cuando una fresa sale del sur de España y llega a nuestro plato, en este proceso están las grandes distribuidoras que se llevan la mayor parte de las ganancias. Y al pobre productor andaluz posiblemente tampoco le saldrán los números. ¿No sería más lógico que produjéramos y consumiéramos nuestras propias fresas? Y sobre todo, ¿que las comiéramos cuando es temporada?

Es necesario que los responsables políticos del sector se pongan las pilas y hagan bien su trabajo. Recuperar el mundo rural debería ser una prioridad transversal para todas las administraciones. Es primordial un pacto de país que ponga todas las herramientas de las que disponemos, que son muchas, para solucionar este desastre. Es necesario que reabran el canal de Urgell para evitar, como mínimo, que mueran los árboles. Es necesario, de una vez por todas, hacer una buena política del agua. Es necesario repoblar el entorno rural, hacer políticas activas para recuperar el equilibrio territorial. Es necesario fomentar la cultura de la alimentación sana a partir de los productos básicos de temporada. Es necesario que comamos menos carne para no comprometer la mayor parte de los cultivos, ahora mismo destinados a alimentar a los animales. Es necesario iniciar y fomentar las iniciativas de consumo de kilómetro cero.

Es necesario que todos juntos, como consumidores, asumamos nuestra parte de responsabilidad. En definitiva: debemos cambiar nuestro marco mental y empezar a hacer las cosas de mejor manera. ¡No puede ser tan difícil!