No sé en qué momento un alma humana está tan podrida como para iniciar guerras y matar impunemente. ¿Qué hace que una persona deje de serlo para convertirse en un monstruo y aplaste vidas humanas en nombre de quién sabe qué causa?
No entiendo las guerras, así como tampoco entiendo las religiones, ninguna de ellas. Pero jugando a su juego, ¿qué dios aprueba matar y consiente el genocidio? ¿Acaso no somos todos hijos e hijas de ese dios?
Hay un montón de guerras en estos momentos en el mundo, pero centrémonos en las dos que están más presentes en nuestras vidas. Hablemos de la Guerra de Ucrania y la de Gaza. ¿Qué tienen en común? Ambas amenazan seriamente al mundo occidental, por eso hablamos tanto de ellas. Y escucho las noticias, a los expertos, y a los tertulianos que nos explican con todo detalle los avances de unos y otros, las estrategias, la geopolítica, el papel de los organismos internacionales, la impunidad. Y llega un punto en el que me canso de intentar entender el porqué de todo esto, como si en el origen pudiera encontrar la solución. No la hay, al menos yo no la vislumbro. Mientras haya un solo hombre con poder suficiente y la voluntad de mantener la guerra, esta no se detendrá. Un solo hombre.
No puedo dejar de pensar en la gente que la sufre. Y, de nuevo, me pregunto en qué momento los dirigentes de los países afectados han dejado de ver la guerra por lo que es: una matanza entre iguales y la vida en condiciones infrahumanas de quienes sobreviven. Quizá nunca hayan tenido en cuenta ese hecho. O, lo que es peor, lo saben, pero les da igual: las vidas de su propio pueblo no tienen ningún valor, y mucho menos las de los pueblos enemigos. Para esos dirigentes, la única vida que vale es la suya. Es así de simple, yo lo veo así.
Desde que soy consciente de lo poco que importan, individualmente, nuestras vidas dentro del conjunto de la humanidad, llego a la conclusión de que mi felicidad se basa principalmente en mi propia libertad y en ver felices a las personas que me rodean. Y no entiendo cómo otras personas no llegan a la misma conclusión y viven sus vidas bajo esa premisa. No entiendo cómo hay personas, que han llegado a ser dirigentes de sus países, que basan su vida en una lucha por el poder, por tener más tierras, por imponer su religión, o con el objetivo de aniquilar a un pueblo.
Quizás soy yo la que no entiende cómo funciona la humanidad.