Feminicidios

01/09/2023
Carme Ferrando i Callís

(Volvemos a hablar de feminismo)

  • Manifestación feminista

La violencia de género es un tema recurrente entre mis preocupaciones. Quizá sea la mayor lacra que existe a nivel mundial actualmente y desgraciadamente no podemos dejar de hablar de ello. Hasta el primero de agosto de este año ya son nueve las mujeres asesinadas en Catalunya, nueve feminicidios. Sesenta y cuatro en todo el estado español. Se me queda el corazón encogido con cada uno de estos asesinatos y siento la necesidad de saber más. Siempre me pregunto el porqué de cada caso, cuál es el detonante, cómo se ha llegado al asesinato, cómo ha sido el proceso. Podría afirmarse que todos los casos tienen un denominador común: la víctima no se sometía a la voluntad de su asesino. Así de claro, así de duro. Le doy vueltas y me viene a la cabeza, que sencillamente, algunos hombres no aceptan el rechazo, no aceptan que sus parejas tengan vida propia, que quieran hacer la suya, que ya no quieran estar más con ellos o que estén demasiado guapas. Y cuando esto ocurre, las mortifican de una forma u otra, a veces hasta la muerte. Nada peor que un macho herido, que una masculinidad mal entendida que aboca al hombre a una reacción agresiva para canalizar su impotencia. En definitiva, no aceptan que sus parejas o exparejas vivan una vida plena e independiente y sin tenerlos en cuenta. Y sobre todo viven como una humillación que no estén dispuestas a pasar por el tubo. Y es que esto va de poder. El poder que quieren ejercer unos por encima de otros y el poder de hombres sobre las mujeres es de los más fáciles.


Por eso el feminismo es un movimiento natural que nace como respuesta a todos estos abusos y a la misoginia que está presente en la mayoría de las sociedades de hoy en día. Vivimos actitudes misóginas continuamente, día tras día. Comentarios bienintencionados, halagos que no hacen falta, roles bien definidos para niñas y niños... Y seguramente desde que existe la humanidad, un montón de mujeres se han rebelado, con mayor o menor éxito. Pero es hoy en día cuando el movimiento feminista está más vivo. Ya somos muchas las que hemos dicho basta y nos sublevamos ante las manifestaciones misóginas y los crímenes machistas. Tienes la piel muy fina, nos oímos decir. No hay para tanto, nos dicen.


Existe un consenso entre historiadores en que el feminismo empezó en el siglo XVIII, cuando nos encontramos con los primeros movimientos organizados que defendían la igualdad entre hombres y mujeres, pero ya en el siglo VIII aparecen pensadoras que analizan la situación y ponen de manifiesto estas desigualdades. Me temo que las diferencias culturales y la misma misoginia que existía en tiempos pretéritos nos ha hecho perder buena parte de la historia y que sólo nos ha llegado el testimonio de alguna mujer, que por el motivo que fuese, logró levantar su voz y llegar a nuestros días. Pero pocas voces. Pocas. Por el camino habrán quedado olvidados un montón de testimonios, conversaciones y situaciones que pondrían de manifiesto las desigualdades e incluso los abusos desde el punto de vista de las propias mujeres víctimas.


Seguramente desde los inicios de la humanidad, las desigualdades han estado presentes. Sin afán de simplificar el problema, pero yendo a la raíz de todo ello, humildemente, creo que las desigualdades provienen directamente de la propia biología. Es algo innegable que las mujeres somos físicamente menos fuertes que los hombres. No hace falta que nos rasguemos las vestiduras al reconocerlo. Además, durante nuestra vida pasamos por etapas que nos hacen más vulnerables: la menstruación, el embarazo, la lactancia y la menopausia. Por ejemplo, se han creado mitos absurdos sobre la menstruación. Hoy en día todavía se puede oir que cuando tienes la regla no puedes hacer mayonesa, que se corta. ¿Queréis hacer una lista de las cosas que nos han dicho que no podemos hacer cuando tenemos la regla? A lo largo de la historia todos estos momentos han sido aprovechados por los hombres, quizás sin malicia alguna, para ir ganando cuotas de poder hasta que llega el momento en que estas desigualdades se institucionalizan. Aquí siempre ha tenido un papel importante la religión, las diferentes religiones. Pongamos por ejemplo la cristiana, donde en el génesis nos cuentan una historia fantástica sobre cómo dios creó a la mujer con el fin de que el hombre no estuviera solo, ¡pobrecito! Y no sólo eso, sino que la hizo culpable de haberse comido una manzana, seguramente porque tendría hambre. Dios los castigó echándoles del paraíso,  informándoles de que a partir de aquel momento deberían buscarse la vida. Y por eso, siglo tras siglo, los cristianos deben expiar el pecado original cometido por una mujer. Pues aquí, dios la cagó: si no querías que Eva se hubiera comido la manzana, no deberías haberla hecho inteligente y con capacidad de decisión. ¡Ale! ¡Me he quedado bien descansada!


Pero no olvidemos que los textos religiosos han sido redactados por seres muy terrenales con la intención de crear reglas para el populacho para que se porte bien y no piense demasiado. De eso va la religión. Y la mayoría de estos textos sagrados son escritos por hombres, por tanto, mejor hacerlos barriendo hacia casa.


  En cualquier caso, nos encontramos hoy que el feminismo es más necesario que nunca y que el patriarcado no tiene razón de ser. Necesitamos crear una sociedad en la que se pueda vivir en libertad y plena igualdad. Una sociedad que no permita que las mujeres deban elegir entre su desarrollo profesional y la maternidad. Una sociedad que haga una apuesta clara por combatir estas formas de hacer a menudo normalizadas. Es un auténtico disparate que haya que esperar a que un hombre mate a una mujer para poder intervenir. Queda demostrado que las actuaciones preventivas son del todo insuficientes y quizás, en el ámbito político debería desarrollarse un plan ambicioso que contemple todos los aspectos relacionados con la violencia de género. Y sobre todo debería centrarse en proporcionar tratamiento psicológico a los maltratadores. Es dudoso pensar que todos son psicópatas integrados. Pongamos medios para que profesionales de la psiquiatría y la psicología puedan trabajar con estas personas desde el principio. De la misma forma que cuando tenemos tos, vamos al médico y no esperamos a desarrollar una neumonía, algunos hombres deberían poder recibir atención psicológica en el primer indicio de una situación de abuso de poder hacia una mujer.


Individualmente, también tenemos trabajo, debemos implicarnos. De la misma manera que hemos asumido el cambio climático y que para hacerle frente hemos empezado a cambiar costumbres y formas de ver las cosas, con el tema de la violencia de género debemos hacer lo mismo. Y no pretendo hacer ninguna comparación. Sólo es una constatación de que, si queremos, con acciones individuales, podemos empezar a cambiar las cosas. Sólo debemos proponérnoslo. Todos. Mujeres y hombres.


Mientras tanto, espero y deseo que cuando estas palabras lleguen a sus manos, los datos que le he dado al principio no queden obsoletas.