EL PACTO DE INVESTIDURA
Este agosto hemos visto cómo el partido socialista conseguía la Presidencia de la Generalitat tras unas elecciones en las que, vistos los resultados, lo más previsible era volver a una repetición electoral. Los números no cuadraban, y la única suma posible era la victoria de Illa con los votos de Esquerra Republicana de Catalunya.
A priori, parecía un pacto imposible. ¿Cómo iba ERC a apoyar a un partido del 155 y a un candidato que, en su momento, lo avaló fervorosamente? Pues así ha sido, y buena parte del independentismo, comprensiblemente, ha puesto el grito en el cielo. Los de Aragonès han tenido que soportar críticas que les llegaban desde todos lados. Pero el paraguas de Esquerra es grande y su actitud, estoica. No me cabe duda de que sabían perfectamente lo que hacían y lo que les esperaba. Aun así, ¿por qué han tomado la decisión más impopular, la que contradice todos sus principios y la que más les perjudica? La respuesta parece tan evidente que me cuesta creerla. Me explico.
La alternativa era no apoyar a Illa, lo que habría provocado una repetición electoral en pocas semanas. Y esto no le interesaba a Esquerra. Que están en horas bajas ya se ha visto en las últimas elecciones, pero sus recientes escándalos de juego sucio y de protagonizar actos de falsa bandera habrían supuesto una caída aún mayor en el caso de una hipotética repetición electoral. Recordemos, por ejemplo, los carteles sobre los hermanos Maragall.
Eso sí, han intentado vendernos un pacto con los socialistas que, en mi opinión, parece imposible de llevar a cabo. Han acordado transferir la llave de la caja: la recaudación y gestión de todos los impuestos por parte de la Generalitat. Y parece casi imposible que esto ocurra, porque para hacer esta transferencia sería necesaria una Ley Orgánica, lo que significa que entre un 60 % (210 diputados) y dos tercios (234 diputados) del Congreso deberían estar de acuerdo. Haced números y veréis que esto solo ocurriría si el PP o la ultraderecha votaran a favor. Ya sabemos que eso no va a pasar. Por lo tanto, Aragonès y los suyos han pactado algo que ya les conviene a los socialistas. Si no se cumple, no será por culpa de ellos, claro está. Y aunque estas mayorías fueran posibles, estamos ante un gobierno de la Generalitat en manos de los socialistas catalanes, que, dicho finamente, no se esforzarán mucho por cumplir este pacto.
Y por si todo esto no fuera suficiente, pocos días después del pacto, sale a escena el presidente Sánchez, complacido y satisfecho consigo mismo, y, ufano, anuncia que el pacto abre la puerta a, finalmente, trabajar para conseguir un estado federal. Es decir, su propuesta es dar a todas las autonomías el mismo trato que ha prometido a los catalanes. Una nueva reinterpretación del "café para todos".
Y así, contentos y engañados, los catalanes tenemos por delante cuatro años más de la larga siesta que se han tomado los anhelos independentistas