En las últimas semanas hemos asistido en primera fila al triste espectáculo de ver cómo un hombre sabio ha tenido que echarse atrás en su pretensión de volver a liderar el Partido Demócrata de los Estados Unidos en la carrera hacia la Casa Blanca. La presión que ha recibido por todas partes, finalmente, ha logrado que dé un paso atrás y deje vía libre a un nuevo candidato, que por ahora parece que serà su vicepresidenta, Kamala Harris.
Joe Biden, de ochenta y un años, es el presidente más anciano en la historia de los Estados Unidos cuando asumió el cargo en enero de 2021. Entonces, su edad ya representó un problema, así que no es de extrañar que en la actualidad se cuestione más este hecho, y más aún teniendo en cuenta que al pobre hombre se lo observa con lupa.
Lo más triste de todo es encontrarnos frente a una persona que se siente capaz de seguir liderando el país más influyente del mundo, mientras le recuerdan continuamente que ya hace tiempo que se está volviendo senil. Hemos sido testigos de sus lapsus, confusiones, desorientaciones y ese caminar errático, con las piernas tambaleándose, que da la impresión de que en cualquier momento se va a caer. Hemos sufrido viéndolo subir las escaleras de un avión intentando dar saltitos para demostrar que está ágil, aunque la impresión que ha dado es la de un castillo de naipes a punto de derrumbarse. Aun así, debe tenerse en cuenta, sin ninguna duda, que el declive físico no tiene nada que ver con el declive intelectual. Por eso, lo que más me ha llamado la atención es el intento de Biden de demostrar no sé muy bien qué. Y estoy bastante convencida de que, a pesar de todos esos síntomas, estamos ante un hombre que no solo está muy lúcido, sino que también sigue en plenas facultades mentales. Otra cosa es la proyección mediática de los hechos ocurridos y magnificados por la opinión pública. Y la pregunta es evidente: ¿cuándo es el momento en que una persona debe retirarse?
También me pregunto si todas estas dificultades son suficientes para condenar a un hombre, para acusarlo de incapacidad. ¿No han podido más los estereotipos que todos tenemos sobre la edad? Es decir, el edatismo. Ya se sabe, se dan por hechas ciertas cosas cuando uno va cumpliendo años. En un momento en el que se dice que los sesenta son los nuevos cuarenta, la verdad es que cuando tienes un seis delante, ya estás listo. Dejadme que os ponga un ejemplo que me sucedió a mí. Un día, mientras hacía cola en una entidad bancaria, se me acercó una empleada joven, muy amable, y me preguntó si quería que me enseñara a usar el cajero automático para sacar dinero. Dio por hecho que no sabría hacerlo por mi edad (cincuenta y pocos en ese entonces), y cuando le comenté esto, me dijo directamente que la mayoría de personas mayores no saben utilizar el cajero. ¿No es eso un estereotipo?
El edatismo es una forma de discriminación basada en la edad de una persona, tenga la edad que tenga. El caso más común es la discriminación por ser mayor, dando por hecho que ya no se es capaz de hacer ciertas cosas, o que no se pueden entender determinadas cuestiones, o que se pierde la memoria o que uno se vuelve sordo. Reconoceréis enseguida a los que tratan así a las personas mayores: son paternalistas, les hablan como si fueran niños pequeños y alzan mucho la voz. Seguro que al leer estas líneas os vienen a la mente momentos vividos como estos. Es curiosa nuestra cultura, que tiende a arrinconar a quienes van cumpliendo años, que menosprecia su experiencia y sabiduría. Y más teniendo en cuenta que en la antigüedad, y también en la actualidad, tenemos culturas como la china que relaciona directamente la virtud, la moralidad y la sabiduría con el hecho de ir sumando años. O la antigua Grecia, que contaba en sus gobiernos con un consejo de ancianos que tenía gran influencia en la política y la legislación. Y en la Antigua Roma, los senadores solían ser hombres mayores que habían acumulado una gran experiencia política y militar. Cabe mencionar que la misma palabra “senador” proviene del latín “senex”, que significa “hombre viejo”. Hoy en día nos encontramos con que todos esos valores que se atribuían a las personas mayores ahora se ignoran. Lo que vale ahora es ser joven y fuerte. No existe respeto por la experiencia ni por los conocimientos adquiridos a lo largo de muchos años. Incluso las experiencias vividas parecen no tener importancia.
No tengo claro si eso es lo que ha pasado con Joe Biden, pero todo este periplo que ha vivido este señor me ha hecho pensar en ello. El tiempo dirá si su paso al lado fue acertado.
Y dejadme que os diga a quienes habéis sufrido edatismo, que por favor, no os resignéis. Exigid un trato digno, que no os menosprecien, que no os hablen con condescendencia y paternalismo. Y a quienes soléis tratar a las personas mayores de esta manera: por favor, ¡dejad de hacerlo! Lo primero es la dignidad de la persona y el respeto por la vida vivida.