AMERICANADAS
Ahora que se acerca el famoso y omnipresente Halloween, no puedo evitar pensar en cómo esta fiesta se está consolidando tan rápidamente en nuestro país, que tradicionalmente siempre ha sido de castañada. No se trata de estar abierto o no a influencias de otros países. De hecho, muchas de las tradiciones consideradas catalanas seguramente tienen su origen en otros lugares. Y esto pasa en todas partes y con todo tipo de cosas. Lo llamamos globalización. Podemos estar a favor o en contra, es irrelevante, pero el empuje de nuevas costumbres extranjeras es imparable. Según parece, los estadounidenses son quienes tienen mayor fuerza exportadora de tradiciones.
Pensemos en otro fenómeno que, últimamente, protagoniza nuestras redes sociales. La tradicional fiesta de fin de curso en nuestras escuelas, institutos y facultades está siendo sustituida por el gran evento: las fiestas de graduación. ¡Y no nos andamos con tonterías! De hecho, sobre todo quienes terminan la universidad, organizan fiestones en lugares impresionantes donde todos deben ir de punta en blanco. Ahora que la gente ya no se casa y mucho menos está dispuesta a gastar cantidades astronómicas en una boda, aparece esta celebración. Seguramente habéis visto fotos en las redes: graduados, graduadas, madres, padres, hermanos y hermanas con elegantes vestidos largos ellas y con americana y corbata ellos. Y como siempre ocurre, aunque no te guste esta fiesta, te ves arrastrado a participar. ¡No puedes hacerle una mala pasada al niño o la niña en un día tan importante!
Pero la americanada que más me sorprende y, por qué no decirlo, me molesta, es lo que se llama "la pedida". Esta americanada (como prácticamente todas) la hemos ido conociendo e interiorizando "gracias" a las películas de los sábados por la tarde que desde hace tiempo nos regalan diferentes cadenas de televisión españolas y también a las series americanas que se pueden ver en distintas plataformas. Pero, a ver, ¿de qué va eso de "la pedida"? Resulta que las chicas americanas, cuando están en una relación de pareja bastante consolidada, empiezan a soñar con que el chico les pida formalmente matrimonio. Sí, ellas esperan pacientemente a que él se decida. En ningún caso puede adelantarse la chica ni tomar la iniciativa. ¡Y eso no es todo! "La pedida" tiene que ser espectacular, todo un evento. No vale cualquier lugar ni cualquier circunstancia. Debe ser una sorpresa para ella en un entorno muy romántico, lujoso a ser posible, con mucha gente y alguien que lo suba a las redes. Evidentemente, no puede faltar un buen pedrusco, de esos que te cuestan el sueldo de un año.
Siempre he pensado que la decisión de casarse o irse a vivir juntos debe ser una opción consensuada entre dos personas de manera íntima y razonada. Un paso adelante que surge de forma natural y que, en cualquier caso, lo discuten los dos miembros de la pareja en igualdad de condiciones. Ahora, esto empieza a convertirse en un espectáculo donde la mujer adopta una posición totalmente pasiva. Esto representa un retroceso en la lucha por los derechos de las mujeres. Y lo que más me entristece es que este acto suele ser el resultado del firme deseo de jóvenes influenciadas por una forma de hacer que en las pantallas parece muy glamurosa, pero que en realidad es un auténtico engaño.
No creo que debamos cerrar la mente a descubrir costumbres de otros países e incorporarlas a nuestra cultura, pero evaluemos qué representan estas tradiciones y decidamos con criterio. Y, sobre todo, cuidado con las americanadas. No todo lo que viene de ese país tan admirado y envidiado por muchos tiene que ser lo mejor. De hecho, tengamos en cuenta que los Estados Unidos es un país con una moralidad rancia, donde las principales perjudicadas son las mujeres y sus derechos. Como siempre, nada nuevo.